La
Era napoleónica entiende el período de la llegada de Napoleón Bonaparte al poder
del Consulado en 1799 y terminó con su derrota en la batalla de Waterloo y su
exilio en la isla de Santa Elena en 1815.
En este período de la historia del mundo se
pueden destacar dos características principales: la consolidación de las
instituciones de los Estados nacionales burgueses y la expansión del Imperio
Napoleónico a otros lugares de Europa, configurándose como una amenaza para el
antiguo régimen absolutista en el continente.
El ascenso de Napoleón al poder se produjo en
medio de la crisis que existió en el Directorio (1795-1799), siendo verificadas
conspiraciones tanto a la izquierda, con la Conspiración de los Iguales, como a
la derecha, con las acciones de los realistas. El prestigio ganado con campañas
militares externas por el ejército francés en general, y el de Bonaparte en
particular, colocó al emperador en ser garantía del orden interno de la nación
francesa.
El golpe de Estado contra el Directorio en el
18 brumario (09 de noviembre de 1799) representó la reacción de los girondinos,
teniendo a Bonaparte al frente de la conspiración. Con el golpe de Estado,
comenzaba el período del Consulado (1799-1804). En él, Napoleón Bonaparte se
convirtió en uno de los tres cónsules, junto a Emmanuel-Joseph Sieyès y Roger
Ducos. Pero por el hecho de ser el primer cónsul, fue Napoleón quien
centralizara el poder ejecutivo, especialmente con el fortalecimiento del poder
de esta posición dada por la Constitución del año X (1802).
Internamente,
el objetivo era reorganizar la economía, la sociedad francesa y las nuevas
instituciones de la burguesía, creando estabilidad en el país. En el plano
económico, una de las principales medidas fue la creación del Banco de Francia
que, controlado por el Estado, creó el franco como unidad monetaria estándar
posibilitando la financiación a la industria francesa y a la agricultura. La
creación de este banco central permitió todavía el control inflacionario.
En
cuanto a la organización social, la principal institución burguesa creada por
Bonaparte fue el Código Civil Napoleónico de 1804, que sirvió como un parámetro
para varios códigos civiles nacionales. Inspirado en el derecho romano, aseguró
varios principios a la burguesía liberal, como la libertad individual, libertad
de trabajo, libertad de conciencia, Estado laico, igualdad ante la ley y
derecho a la propiedad privada.
Pero el código no garantizaría derechos al
trabajo asalariado, prohibiendo manifestaciones y organizaciones de
trabajadores, además de restablecer la esclavitud en las colonias. Bonaparte
realiza reformas en la educación, con la creación de las escuelas, que
aseguraron la formación de parte de los funcionarios y los oficiales del
ejército, así como cursos en las escuelas de derecho, política y técnica naval.
En
la relación con la iglesia católica, se celebró un Concordato con el papa Pío
VII, pacificando esa relación y manteniendo la iglesia sometida al Estado
francés. Numerosas obras públicas fueron realizadas, garantizando condiciones
de infraestructura al país y también consolidando el apoyo dado a Napoleón por
la población. Con este apoyo, fue capaz de obtener la tenencia vitalicia de
poder con la Constitución del año XII, convirtiéndose en emperador de Francia.
Sin embargo, el período del Imperio (1804-1815) no puede ser comparado a las
monarquías del Antiguo Régimen.
El
Imperio Napoleónico fue destaque por la consolidación de las instituciones de
poder de la burguesía y no de la nobleza, pasando a la acción para ampliar la
forma de organización social burguesa.
La
expansión del Imperio Napoleónico causó enorme fricción con los otros países
europeos, casi todos representantes del antiguo régimen. Se realizaron
numerosas coaliciones para detener la expansión territorial francesa. YY el
temor era explicado por la velocidad con la que los ejércitos napoleónicos
realizaron sus conquistas.
A
pesar de la derrota naval de Trafalgar, en 1805, a favor de los ingleses, los
franceses lograron derrotar a austríacos, prusianos, así como llevaron a cabo
el entierro del Santo Imperio Romano y en su lugar establecer la Confederación
del Rin. Parte del norte de Italia ya había sido conquistada en 1801.
Los
territorios de Bélgica, Holanda, España y otros Estados alemanes fueron
controlados directamente por el imperio de Napoleón, o sus familiares, o
incluso comenzaron a ser administrada en sistema de protectorado. Esta
expansión llevó a extenderse a la parte continental de los principios liberales
franceses.
En 1806, Napoleón declaró el Bloqueo
Continental contra Inglaterra, con el objetivo de debilitar económicamente el
reino británico mientras que impedía las exportaciones de productos
industrializados a otros países europeos y también enviar materias primas de
los países del continente a la isla. Esta medida tuvo éxito inicialmente, pero
allanó el camino para la debacle napoleónica. Inglaterra logró nuevos mercados
para sus productos, especialmente en Estados Unidos. Ya Francia no tuvo
condiciones para satisfacer la oferta británica. El bloqueo ha creado
reacciones nacionalistas aún por parte de las poblaciones de los países invadidos,
como en la Península Ibérica y Rusia.
La campaña militar en este último país
representó una de las peores derrotas de Napoleón. A pesar de haber enviado más
de 600 mil hombres, la táctica de tierra fue devastadora. Los rusos quemaron
pueblos y plantaciones como suministros posibles del rival. Además, el intenso
frío de 1812 fueron determinantes para la derrota francesa. De regreso de Rusia
unos 100 mil hombres supervivientes se mostraron desmoralizados.
En 1813,
Napoleón fue derrotado en la batalla de las naciones en Leipzig por la Sexta
Coalición, formada por Inglaterra, Rusia, Prusia y Austria. Al año siguiente,
los aliados entraron en París, y Napoleón se vio obligado a firmar el Tratado
de Fontainebleau, que lo exiliaría en la isla de Elba en el Mediterráneo,
haciendo perder sus derechos al trono francés, recibiendo una pensión anual de
2 millones de francos. La dinastía de los borbones fue restaurada con la
adhesión de Luis XVIII. Sin embargo, en marzo de 1815, Napoleón aterrizó
nuevamente en Francia con más de mil soldados como revancha militar. Fue
recibido con alegría por parte de los miembros del ejército y de la población,
poco simpatizantes con el nuevo régimen.
Luis
XVIII huyó a Bélgica y Bonaparte asumió el trono por Cien Días. Mientras, el
intento de ataque de aliados fracasó. En la Batalla de Waterloo, Napoleón fue
derrotado por el duque de Wellington. Con su derrota, Napoleón fue exiliado en
la isla de Santa Elena, en la costa africana, donde moriría en 1821.
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