En 1603 muere Isabel I de Inglaterra sin descendientes.
Jacobo, hijo de María I de Escocia, sube al trono como el primer rey Estuardo
de Inglaterra, Escocia e Irlanda. La situación política cambia: su falta de
tacto con el Parlamento —debido a su idea del derecho divino de los reyes—
desemboca en un largo conflicto que se agudizará con la sucesión en el trono de
su hijo Carlos I, cuyo absolutismo hizo que mantuviera relaciones muy tensas
durante su reinado con el Parlamento inglés, que pretendía controlar sus
arbitrarias creaciones de impuestos y su reformismo religioso.
Durante este reinado
se suceden dos guerras civiles entre los partidarios del rey y los del
Parlamento. Carlos I fue víctima del radicalismo político siendo sentenciado a
pena de muerte por alta traición al Estado en 1649.
Ya desde el comienzo del reinado, en 1625, la boda del rey
Carlos con Enriqueta María de Francia, provocó la ira de sus súbditos
protestantes porque la reina era católica. Carlos creía, como su padre, en el
derecho divino de los reyes y en la autoridad de la Iglesia de Inglaterra.
Estas creencias le
enfrentaron con el Parlamento, que luego disolvió reiteradamente unas tres
veces, gobernando aproximadamente unos once años sin él, en el periodo llamado
«Once años de tiranía». Cuando las arcas del gobierno empezaron a vaciarse, y
las necesidades tanto internas como externas (conflictos bélicos con Escocia,
al tratar de imponer la liturgia católica) se incrementaban cada vez más,
Carlos, se vio forzado a reunir lo que se denominó el «Parlamento largo» con el
fin de recaudar fondos, pero a cambio, los parlamentarios le exigían ciertas
garantías políticas. Tras ciertas disputas políticas, el Parlamento se dividió
entre los que estaban a favor del rey, y los que no lo estaban, estallando de
esta manera una guerra civil en 1642.
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