Por Alec Forssmann.
Cuando la mala suerte ocurre de forma ocasional se puede achacar a la misteriosa casualidad que opera en la naturaleza. Pero cuando las desgracias se producen de forma reiterada, llegando hasta el extremo de la muerte, se busca la causa de tanto infortunio. Los antiguos romanos creían que una persona consumida por la envidia o los celos tenía la capacidad de lanzar un mal de ojo al envidiado y causarle todo tipo de males. No era una habilidad propia de magos y brujas, sino un poder sobrenatural dañino que se transmitía con la simple mirada, a veces incluso de forma involuntaria. El fenómeno del mal de ojo ha estado relacionado durante siglos con la envidia, entendida como un sentimiento nocivo. Estas creencias las compartían tanto el pueblo llano como las clases pudientes. Los mosaicos romanos son un reflejo de los gustos, inquietudes, preocupaciones e incluso creencias de quienes los encargaron. Se han documentado representaciones, en algunos casos acompañadas de inscripciones, que tenían la finalidad de contrarrestar el temido mal de ojo para preservar el espacio doméstico y a los habitantes de la residencia, explica Luz Neira, profesora de Historia Antigua en la Universidad Carlos III de Madrid, a Historia National Geographic. Neira ha coordinado un equipo de doce investigadores que ha analizado los rituales y las prácticas mágicas que aparecen representados en los mosaicos romanos. Un libro recientemente publicado recoge sus conclusiones: Religiosidad, rituales y prácticas mágicas en los mosaicos romanos.
Un ojo atravesado por una jabalina
Los mosaicos tenían una finalidad estética, pero también un efecto apotropaico, es decir, funcionaban como un mecanismo de defensa para ahuyentar a los malos espíritus o a esa especie de efluvio sobrenatural que se transmitía con la mirada. Entre las imágenes más frecuentes figura la representación de un ojo atravesado por una jabalina y rodeado de diferentes animales. La representación del falo o de seres mitológicos de falo prominente también tenía un efecto apotropaico, tal y como defiende María Pilar San Nicolás, afirma Neira. Y en la isla de Cefalonia, en Grecia, hay que resaltar un mosaico en una domus, en el que aparece representado un envidioso en el mismo instante en que se estrangula con sus propias manos mientras le atacan cuatro felinos. Una inscripción apotropaica, que pretende alejar a los envidiosos, describe los sentimientos de quienes no pueden soportar la contemplación de tanto belleza, añade. Los romanos también recurrieron a otras representaciones más comunes para proteger sus viviendas, como por ejemplo las imágenes de Medusa, el Minotauro y Escila, y motivos geométricos como la esvástica. Todo este universo simbólico perduró a lo largo del Imperio romano.
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