INVASIÓN NORTEAMERICANA A MÉXICO
El 11 de Mayo de 1846, el presidente James Knox Polk, decidido expansionista, declaro la guerra a México bajo el argumento de que tropas mexicanas habían cruzado territorio norteamericano en Texas, para atacar a las fuerzas del general Taylor. La declaración de guerra no hacía sino culminar una serie de provocaciones estadounidenses destinadas a apoderarse de california y Nuevo México.
La independencia de Texas, apoyada por los Estados Unidos, fue utilizada por las administraciones norteamericanas para sus fines expansionistas. Se encuentra documentado que Estados Unidos deseaba forzar la guerra entre la república de Texas y México, a fin de justificar su intervención armada y despojar a los mexicanos de amplios territorios en el norte. Para ello, diseñó dos asuntos que desde el nacimiento estaban destinados al fracaso diplomático: las reclamaciones para fijar los límites territoriales de Texas y la discusión sobre el futuro de la nueva república.
Frente a los deseos anexionistas de líderes como Samuel Houston, los políticos y la prensa de México exigían una campaña que castigasen a los responsables de la independencia texana. Sin embargo, por factores que ya hemos visto anteriormente, la guerra fue desechada como una primera opción. En este sentido, el papel de Charles Barkhead, embajador del Reino Unido en México, fue determinante para las decisiones gubernamentales. De acuerdo con el consejo de Barhead, era preferible que los mexicanos reconocieran la independencia de Texas, porque de esta manera habría una república que los separaría de la política expansionista norteamericana. Este argumento simplista basto para que los funcionarios mexicanos se aprestaran a reconocerla.
Los planes de una conciliación que asegurara la paz entre los dos países llegaron a su fin cuando Texas se anexó a la unión americana. Ante este hecho, México rompió relaciones con Estados Unidos y el gobierno norteamericano envió a las tropas de Zachary Taylor a la frontera texana, a fin de provocar un incidente que justificara la guerra.
La independencia de Texas, apoyada por los Estados Unidos, fue utilizada por las administraciones norteamericanas para sus fines expansionistas. Se encuentra documentado que Estados Unidos deseaba forzar la guerra entre la república de Texas y México, a fin de justificar su intervención armada y despojar a los mexicanos de amplios territorios en el norte. Para ello, diseñó dos asuntos que desde el nacimiento estaban destinados al fracaso diplomático: las reclamaciones para fijar los límites territoriales de Texas y la discusión sobre el futuro de la nueva república.
Frente a los deseos anexionistas de líderes como Samuel Houston, los políticos y la prensa de México exigían una campaña que castigasen a los responsables de la independencia texana. Sin embargo, por factores que ya hemos visto anteriormente, la guerra fue desechada como una primera opción. En este sentido, el papel de Charles Barkhead, embajador del Reino Unido en México, fue determinante para las decisiones gubernamentales. De acuerdo con el consejo de Barhead, era preferible que los mexicanos reconocieran la independencia de Texas, porque de esta manera habría una república que los separaría de la política expansionista norteamericana. Este argumento simplista basto para que los funcionarios mexicanos se aprestaran a reconocerla.
Los planes de una conciliación que asegurara la paz entre los dos países llegaron a su fin cuando Texas se anexó a la unión americana. Ante este hecho, México rompió relaciones con Estados Unidos y el gobierno norteamericano envió a las tropas de Zachary Taylor a la frontera texana, a fin de provocar un incidente que justificara la guerra.
ANEXIÓN DE TEXAS A ESTADOS UNIDOS |
Mientras, estados Unidos emplazó su fuerza naval en el golfo y el pacífico, frente a los puertos de Veracruz, Mazatlán y San Francisco. Ante estas acciones, el presidente Mariano Paredes planeó la constitución de una Monarquía, al mismo tiempo que Antonio López de Santa Anna, a través de su vocero, el coronel Atocha, animó al presidente Polk a continuar su política hacia México a fin de facilitar su regreso al poder.
En el caso de California, la posesión de este amplio y fértil territorio se convirtió en otro de los objetivos centrales de la guerra, sobre todo a partir de 1844, año en que John C. Frémont, oficial del ejército de Estados unidos, publicó un diario de viaje en el que refería las enormes riquezas de aquellas tierras y la debilidad de la defensa mexicana. Esta última situación se había puesto de manifiesto en 1842, año en el que el coronel Thomas C. Jones tomó la ciudad de Monterrey (California) ante el falso rumor de guerra contra México.
El 10 de noviembre de 1845, Polk comisionó a Jhon Slidell, ministro plenipotenciario para negociar con México la cesión de nuevo México y California, además de fijar los límites de Texas, más allá de la frontera que nunca había tenido (territorio de Coahuila).
Debido a las proposiciones de Slidell los funcionarios mexicanos se negaron a recibirlo, ante lo cual Polk pidió al congreso la aprobación de la declaración de guerra. Mientras tanto, el presidente Paredes declaró la guerra defensiva contra los Estados Unidos; dos días después, las tropas de Taylor invadieron México y los soldados mexicanos abrieron fuego. Pretextando la agresión mexicana, Polk declaró la guerra el 11 de Mayo de 1846. Para la administración norteamericana la guerra era el mejor recurso para apoderarse de California y Nuevo México.
En el transcurso de la guerra, los invasores se fijaron tres objetivos: el bloqueo de los puertos del pacífico, la invasión por tierra en el Norte a cargo de Zachary Taylor; y la ruta del golfo de México que implicó el bloqueo de Veracruz y Tampico, así como la penetración territorial a cargo de los generales Winfield Scott, Robert Lee, Ulysses Grant y George B. McClellan. En esta última ruta se llevaron a cabo las batallas de Churubusco, Molino del Rey, Chapultepec y la ocupación de la ciudad de México.
Durante los primeros meses de guerra, el gobierno de Mariano Paredes se tambaleó debido al rápido triunfo de los invasores en el Norte de México. Ante ello, el presidente Polk, dio a México un líder que mostrara más favorable a los intereses de norteamericanos: Antonio López de Santa Anna; quien con protección norteamericana, abandonó el exilio de la Habana y llegó a México en Septiembre de 1846. En Diciembre, el congreso lo designo presidente y a Valentín Gómez Farías –con personalidad opuesta- como vicepresidente. Pronto Santa Anna dejó la administración para combatir en el Norte y Gómez Farías asumió el cargo.
En ese momento, el gobierno estaba sumido en una crisis financiera, lo que le impedía de hacerse de recursos para defender al país de la agresión. Además estados como Yucatán, aprovechando la coyuntura, se independizaron de la república. Tratando de aliviar la situación económica y con el fin de hacer frente a los invasores, Gómez Farías nacionalizó las propiedades de la Iglesia, con un valor de 15 millones de pesos. En Febrero de 1847, estalló una rebelión en contra de la medida gubernamental. La rebelión de los Polkos –en honor al presidente norteamericano Polk- fue convocada y financiada por la iglesia católica. Ante la gravedad de la situación, Santa Anna interrumpió las operaciones en el Norte, rechazó la medida confiscatoria y abolió la vicepresidencia en abril de ese año.
Mientras, el ejercito del Golfo ocupó Veracruz el 29 de marzo, en mayo entró a Puebla –lugar donde la iglesia le organizó festividades- el 20 de agosto derrotó a los mexicanos en Churubusco, a pesar de las enormes pérdidas que ello le significó. A esta batalla le sucedieron la del molino del Rey (8 de Septiembre) y Chapultepec (13 de Septiembre).
14 DE ESPTIEMBRE DE 1847 ONDEABA LA BANDERA DE ESTADOS UNIDOS EN PALACIO NACIONAL DE MÉXICO
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A pesar de la heroica resistencia de los habitantes, los invasores conquistaron la capital el 15 de septiembre de 1847. Al día siguiente Santa Anna renunció a la presidencia y se formó un nuevo gobierno presidido por Manuel de la Peña y Peña. Ante el retiro del ejército mexicano, la resistencia a los invasores fue asumida con valentía por los ciudadanos. Guillermo Prieto en su obra Intervenciones menciona:
Estos demonios (americanos) de cabello encendidos, no rubios, sino casi rojos, caras abotagadas, narices como ascuas, marchaban como manada, corriendo, atropellándose y llevando sus fusiles como les daba la gana (…) un motivo o pretexto cualquiera, que ni es fácil ni preciso adivinar, encendió los ánimos, cundió rápido el fuego de la rebelión y en momentos invadió, quemó y arrolló cuanto se encontraba a su paso, desbordándose el motín en todo su tempestuoso acompañamiento y destrucción.
Llovían piedras y ladrillazos de las azoteas, los léperos animaban a los que se les acercaban, en las bocacalles provocaban y atraían a los soldados que se dispersaban. Se calcula en quince mil hombres los que sin armas, desordenados y frenéticos, se lanzaron contra los invasores, que realmente como que tomaba posesión de un aduar de salvajes (P. 78).
TRATADO DE GUADALUPE-HIDALGO
Una vez que los estadounidenses hubieron ocupado la capital, el presidente Polk envió a Nicholas Trist como comisionado de paz a fin de negociar la cesión de los territorios en disputa. Mediante el tratado de Guadalupe-Hidalgo firmado en febrero de 1848, México fue despojado del 55% de su territorio (2 378 540 km2) correspondiente a Texas, California y Nuevo México. A cambio recibió una indemnización de 15 millones de pesos.
TERRITORIO PERDIDO POR MÉXICO |
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