Los tarascos
vivían especialmente en el centro occidental de México. Con la llegada de los
españoles la danza se fue transformando y aplicando en la región llamada
lacustre de Michoacán, muy rica en músicas y danzas en estas sierras alrededor
de Uruapan.
Lo más
hermoso de esta danza es su sentido del humor, además de su dinamismo y su
entusiasmo. Se necesita ser un artista para saber expresar el movimiento de los
pies y los gestos corporales, que distinguen la danza de esa forma tan
original, que no se parece a ninguna otra.
El traje
campesino consta de camisa de manta blanca y los calzones haciendo juego,
ostentando la parte baja de los calzones que es muy holgada y está toda bordada
con mucho primor. Llevan sombrero de ala recta. Las máscaras brillan, están
hechas con una pasta de caña de maíz, otros artesanos utilizan el barro y otros
la madera para elaborarlas.
Las
facciones de los viejitos son muy sonrientes, burlonas, pícaras, algunos hacen
las máscaras desdentadas y con una piel muy rosada o muy blanca, simbolizando a
los españoles, a los blancos que envejecen más rápido que los indígenas y
suelen ser más achacosos en sus andares. Cuando danzan acentúan mucho sus
gestos y los movimientos débiles de la ancianidad, les cuesta dar un paso o
doblar la cintura, a la vez les dan golpes de tos, se encorvan y hacen como que
tropiezan sin dejar de danzar, expresan muy bien lo que es la vejez, pero de
pronto, por arte de magia, se transforman y actúan como si fueran muy ágiles y
jóvenes, todo el vigor y la agilidad de la juventud parece inspirarles,
zapatean de forma muy estruendosa y se olvidan de su aparente ancianidad muy
bien disfrazada y mejor imitada.
Lo que
quiere decir que detrás de las máscaras hay una gran juventud o un
extraordinario bailarín. La música acelera sus compases y el frenesí es tanto,
que no distingues por dónde van los pies sólo percibes el movimiento. Hay
muchas referencias sobre esta danza. Se celebra especialmente en Navidad, dicen
que cuando nació Cristo, los más ancianos de este lugar no sabían cómo adorar
al Niño Dios, y pensaron que podían danzar delante de él como ofrenda de sus
sentimientos y amor.
Dice la
leyenda tarasca, que el Niño Dios al verlos danzar, les sonrió y una de las
mujeres que allí se encontraban al verlo sonreír al Niño, se lanzó también a
bailar con los viejitos. Desde entonces la llaman la Maringuia o Maringuilla,
sus pasos son cortos, cuando están danzando los viejitos ella se une al grupo
para que el Niño no deje de sonreír.
La música que les acompaña
se hace con los violines, el clarinete y la guitarra.Son muchos los detalles y la filosofía que ofrece esta danza, pero lo más importante es el ejemplo que nos dan al tener ellos, el pueblo tarasco, el conocimiento para afrontar con valor y entereza la idea de envejecer, saber cómo se ríen y como admiten el paso de los años sin vacilar, jovialmente. Nos enseñan a saber gozar mejor la dicha de estar vivos y enfatizar y exhibir lo que es el movimiento, la acción, lo que verdaderamente es trascendente y puede ser vuelo y belleza, no importa la edad, es el ánimo la filosofía dual de la existencia, lo que realmente merece la pena expresar en esta danza y en cualquier otro momento de nuestras vidas.
Está danza nos deja muchas enseñanzas Martita, además de que nos representa como Michoacanos. Buen aporte Martita, saludo! !
ResponderEliminarAsí es Daysi, está danza representativa de nuestro estado y de México a nivel internacional. En lo personal me gusta mucho.
ResponderEliminarGracias.