lunes, 19 de enero de 2015

HOMBRES GENIOS: PEDRO INFANTE




Pedro Infante

Dentro de este proyecto de hombres genios, considero que hay cabida para reconocer la vida y el trabajo de uno de los ídolos más grandes de México, Pedro Infante, reconocido por ser un hombre muy atractivo y de gran carisma que a pesar de su muerte hacer soñar y suspirar a muchas mujeres que vive en su recuerdo y en el corazón.

Nace en Mazatlán, Sinaloa, 1917, actor cinematográfico y cantante mexicano. 

A edad muy temprana se trasladó con su familia a Guamúchil, donde adquirió algunas nociones de música y fue en sus primeros años aprendiz de carpintero. Fue también miembro de un conjunto musical que actuaba en la localidad de Guasave.

En 1939, una emisora de radio local, la XEB, permitió a Pedro Infante iniciar modestamente su carrera como cantante hasta que, en 1943, consiguió grabar su primer disco, Mañana, cuyo relativo éxito fue el primero de su brillante carrera y supuso que su nombre comenzara a ser conocido por el gran público.

Intérprete especializado en el género de las "rancheras", Pedro Infante llegó a grabar más de trescientas canciones que siguen gozando de gran popularidad en toda Latinoamérica, donde su muerte, en un accidente de aviación acaecido en las proximidades de Mérida, Yucatán, en 1957, provocó un dolor y una estupefacción semejantes a los que rodearon la desaparición de los míticos Rodolfo Valentino y Carlos Gardel.

Pedro Infante inició su carrera de actor en un papel perfectamente irrelevante, aunque vinculado, como es lógico, a la actividad musical que comenzaba ya a hacerle famoso: fue contratado para reforzar, en la película La feria de las flores en 1943, la voz del protagonista Antonio Badú en la melodía que dio título a la producción. La naturalidad, verismo y simpatía que impregnaban su trabajo de actor le supusieron un éxito inmediato, razón por la que comenzaron a lloverle las ofertas. Infante se convirtió así, muy pronto, en el galán y cantante favorito del cine nacional.

Su interpretación de papeles en los que encarnaba personajes de charro -hombre del campo, muy diestro en el manejo del caballo que viste un traje especial compuesto de pantalones ajustados y chaquetilla, acompañado del característico sombrero ancho, de copa puntiaguda-, varoniles y mujeriegos, así como su ejemplar personificación de las gentes humildes, siempre sencillas pero llenas de valor, a la vez que sentimentales y nobles, le valieron la aceptación del gran público, que lo convirtió en el símbolo por antonomasia de la mexicanidad.



La comedia Jesusita en Chihuahua, producida en 1942, constituyó una nueva revelación del talento interpretativo de Pedro Infante que, con naturalidad y verismo, personificaba a Valentín Terrazas, valiente sinvergüenza que se juega la vida por la mujer a la que desea y que termina por enloquecerlo de amor.


En el mismo año 1943, ya como protagonista y en una verdadera maratón cinematográfica, intervino en otras cuatro películas: Cuando habla el corazón, La Ametralladora, Mexicanos al grito de guerra, titulada también Historia del Himno Nacional (drama patriótico que hubo de vencer ciertas dificultades para ser exhibido) y Viva mi desgracia, comedia ranchera que gira en torno a un brebaje denominado "Animosa", capaz de transformar al tímido Infante en un bravucón desvergonzado, y que parece un reconocimiento del papel catártico que se atribuye al alcohol en buena parte de las producciones de cierto cine mexicano.

La biografía de Pedro Infante puede resumirse a partir de entonces en una serie ininterrumpida de películas ya como protagonista absoluto, que fueron creadas para el único lucimiento personal de Pedro Infante y puestas al servicio de sus dotes musicales. Vale la pena mencionar, aunque sea tan sólo a título indicativo, Cuando lloran los valientes (1945), cuyo título parece un resumen de su personaje arquetípico; Soy charro de Rancho Grande y Nosotros los pobres, ambas estrenadas en 1947, y en las que Infante renueva su interpretación del emblemático personaje mexicano; Los tres huastecos y Ustedes los ricos, ambas de 1948; El gavilán pollero (1950).

En 1951, siguiendo con su infernal ritmo de trabajo, interpretó A toda máquina, Ahí viene Martín Corona y El enamorado, a las que siguieron, en 1952, Dos tipos de cuidado y Pepe el Toro; dos películas más: Escuela de vagabundos y El mil amores, en 1954; El inocente, en 1955, y Tizoc y Escuela de rateros, en 1956. Aquel mismo año, 1956, obtuvo el Premio Ariel a la mejor actuación masculina por el drama (uno de los pocos que interpretó en su fugaz pero intensa carrera) La vida no vale nada. Tras su muerte, fue distinguida su participación en Tizoc con el Oso de Plata del Festival de Berlín (1957) y el Globo de Oro de Hollywood (1958).


2 comentarios:

  1. Excelente, gracias por compartir estos personajes que han dejado huella con sus obras

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  2. Así es Jose!! Todos y cada uno de ellos han dejado su huella aun a pesar de los años, siguen vigentes. Gracias por tu comentario.

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