Muerte (Los Aztecas).

LOS AZTECAS.

EL ENTIERRO.

 Cuando uno moría, le cerraban los ojos y llamaban a los directores de entierros, quienes después de cubrir el cuerpo del difunto con papiro, le vaciaban un vaso de agua sobre la cabeza. Luego lo vestían conforme a su fortuna o a las circunstancias en las que había muerto. Si había sido soldado lo vestían como al ídolo Huitzilipochtli (dios de la guerra); si era comerciante, como Xacateuctli (dios del comercio). El que moría ahogado como Tlaloc; (el dios del agua); los adictos al licor como Tezcatzoncatl (dios del vino).

Ponían un jarro de agua cerca del difunto para que no sufriera sed durante su travesía al otro mundo. También le ponían 6 pedazos de papiro, y al colocarlos sobre el cuerpo el director de ceremonias decía: “Con este pasarás en salvo por entre las dos montañas contenciosas; con el segundo pasarás sin peligros por el camino custodiado por la gran serpiente; con el tercero cruzarás sin obstáculo el dominio del cocodrilo (Xochitonatl). El cuarto es tu pasaporte para atravesar  los siete desiertos, el quinto para las ocho colinas, y el sexto para que te defiendas del viento del norte”.

Era la creencia que los muertos tenían que pasar por un lugar donde el viento era tan fuerte que levantaba las piedras y cortaba como un cuchillo. También quemaban toda la ropa del difunto para que e calor del fuego le protegiera al pasar por ese lugar del viento.

Una de las principales ceremonias consistía en matar a un animal semejante a un perro para que le acompañara al difunto en su viaje. Luego los directores de la ceremonia quemaban incienso y los sacerdotes entonaban himnos fúnebres, generalmente quemaban los cuerpos y vaciaban las cenizas a jarrones donde ponían una joya de poco o mucho valor, conforme las circunstancias del difunto (esto le serviría de corazón en las regiones donde fuera habitar).

Si el difunto era el rey, todos sus guerreros montaban guardia. Al cuarto o quinto día le colocaban joyas (oro, plata y piedras preciosas), le ponían una esmeralda e sus labios que le serviría de corazón en la región donde supuestamente habitaría. El esclavo que le había servido en sus devociones lo sacrificaban para que siguiera prestando sus servicios en el otro mundo.