miércoles, 24 de septiembre de 2014

Desertificación y pérdida de suelo

Desertificación y pérdida de suelo



Aunque el suelo se puede renovar, a la naturaleza le lleva mucho tiempo  hacerlo, por ello se dice que al sufrir algún  tipo de daño su destrucción es irreversible. Actualmente, tres son los peligros que amenazan al suelo: la pérdida de su fertilidad, a través de la de degradación del mismo, la propia desaparición del suelo por la erosión, situaciones que provocan un problema mayor: la desertificación.

Un suelo se degrada cuando está  sometido a variaciones climáticas y fenómenos atmosféricos, como sequías, heladas, granizadas y tormentas y a las actividades humanas, como la sobre explotación de la naturaleza, el uso continuo de agroquímicos, el mal manejo de técnicas de riego, la presión excesiva sobre terrenos de temporal, la utilización sin control del fuego actividades agropecuarias, el depósito de desechos urbanos e industriales, la erosión provocada por la deforestación y técnicas agrícolas inapropiadas, el agotamiento de fuentes de agua superficiales y subterráneas y son estos mismos factores los que causan o activan los procesos de desertificación.

La desertificación consiste en la reducción o destrucción del potencial biológico del suelo hasta un punto en el que los lugares adquieren condiciones similares o peores a las de un desierto natural. Pero es importante recalcar que la desertificación no significa la proliferación de los desiertos, sino la pérdida del suelo.

Los suelos de ambientes áridos, semiáridos y zonas subhúmedas secas con los más susceptibles a sufrir este problema, debido a que son más frágiles, la vegetación es escasa y el clima agresivo, también se puede presentar en aquellos sitios donde se ha roto el equilibrio entre el sistema de los recursos naturales y el sistema socio-económico que los explota, es decir que su explotación no respeta la conservación del suelo y solo importa el beneficio económico de unas cuantas personas.




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