¿Serán las máquinas algún día más inteligentes que los seres humanos? ¿Tendrán sentimientos y podrán soñar? ¿Podrán los ciegos ver? ¿Podremos aprender idiomas por implantes? Aunque puedan parecer preguntas fantásticas son cada día más reales: son preguntas que interpelan a la Neurociencia y a la Inteligencia Artificial.
“Neurociencia”
e “Inteligencia Artificial” son expresiones que hacen pensar en las series de
ciencia ficción, pero desde hace ya varias décadas corresponden a “ciencia
real”,
En
el caso de la Neurociencia, los científicos estudian un amplio espectro de
temas, preguntándose cómo están organizados los sistemas nerviosos y cómo
funcionan para generar comportamiento. Los resultados de estas investigaciones
pueden ser aplicados al tratamiento de enfermedades o fallas del sistema
nervioso, y también pueden servir para inspirar el diseño de sistemas
artificiales o ingeniería que utilice métodos análogos a los procesos del
sistema nervioso.
En la Inteligencia Artificial, se estudia la capacidad de un computador o de un robot de realizar tareas o procesos intelectuales comúnmente asociadas con los seres inteligentes: razonar, descubrir el sentido, generalizar, o aprender de experiencias pasadas.
En la Inteligencia Artificial, se estudia la capacidad de un computador o de un robot de realizar tareas o procesos intelectuales comúnmente asociadas con los seres inteligentes: razonar, descubrir el sentido, generalizar, o aprender de experiencias pasadas.
En
Neurociencias y en Inteligencia Artificial, se entrecruzan las facultades de
los seres vivos y las posibilidades de las máquinas. Entre aquellos científicos
que trabajan dotando de algunas facultades de los primeros a las segundos,
destaca el profesor Shimon Ullman, cuyo trabajo, asociado a la machine visión, por una parte ha abordado el desarrollo de
implantes visuales –para personas con déficit visual- y en clasificadores de
datos en el ámbito del aprendizaje de máquina (machine
learning). Vale decir: elementos que permiten incorporar facultades
a seres humanos con las que no cuentan y por otro lado generar máquinas cada
vez más sofisticadas y capaces de aprender.
Vivimos, como especie, un cambio paradigmático, en buena medida, inducido por máquinas –que nosotros creamos-: los computadores y las Nuevas TIC's, están en el centro de ese cambio, que incluso modifica nuestros modos de conocer y de comunicar. ¿Es ése un cambio de nivel evolutivo? ¿Aprenderán nuestras máquinas como lo hacemos nosotros? ¿Eso supondrá una “evolución de las máquinas”?.
Nuestras máquinas son lo que socialmente determinamos que sean: la apropiación social de ellas les da sentido finalmente. ¿Acaso pueden “evolucionar” por sí solas independientemente de las prácticas de sus usuarios? ¿O siempre será la suya una coevolución con los seres vivos? En el espacio que define esas preguntas, y sus respuestas, se juegue, probablemente, buena parte de las posibilidades de nuestras máquinas, pero también de nosotros, en un futuro que ya está aqui.
Vivimos, como especie, un cambio paradigmático, en buena medida, inducido por máquinas –que nosotros creamos-: los computadores y las Nuevas TIC's, están en el centro de ese cambio, que incluso modifica nuestros modos de conocer y de comunicar. ¿Es ése un cambio de nivel evolutivo? ¿Aprenderán nuestras máquinas como lo hacemos nosotros? ¿Eso supondrá una “evolución de las máquinas”?.
Nuestras máquinas son lo que socialmente determinamos que sean: la apropiación social de ellas les da sentido finalmente. ¿Acaso pueden “evolucionar” por sí solas independientemente de las prácticas de sus usuarios? ¿O siempre será la suya una coevolución con los seres vivos? En el espacio que define esas preguntas, y sus respuestas, se juegue, probablemente, buena parte de las posibilidades de nuestras máquinas, pero también de nosotros, en un futuro que ya está aqui.
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