La mente que compara
¿Qué define nuestra percepción y nivel de
satisfacción?
Esas
sensaciones están fuertemente influidas por nuestra tendencia a comparar. Al
comparar nuestra situación actual con nuestro pasado y descubrir que estamos
mejor, nos sentimos felices. Eso sucede cuando nuestros ingresos saltan, por
ejemplo, de 20.000 a 30.000 dólares anuales; pero no es la cantidad absoluta lo
que nos hace felices, como descubrimos en cuanto nos acostumbramos a los nuevos
ingresos y ciframos nuestra felicidad en la consecución de 40.000 dólares
anuales. Miramos también a nuestro alrededor y nos comparamos con los demás.
Por mucho que
ganemos, tendemos a sentimos insatisfechos si el vecino está ganando más. Los
atletas profesionales se quejan de ganar sólo uno, dos o tres millones de
dólares cuando se citan los ingresos superiores de un compañero de equipo. Esta
tendencia parece apoyar la definición de H. L. Mencken de un hombre rico:
alguien que gana cien dólares más que el marido de su cuñada.
Vemos, pues,
que nuestros sentimientos de satisfacción dependen a menudo de tales
comparaciones. Naturalmente, también las establecemos respecto a otras cosas.
La comparación constante con quienes son más listos, más atractivos y obtienen
más triunfos que nosotros tiende a alimentar la envidia, la frustración y la
infelicidad.
Pero también
podemos utilizar esta actitud de una forma positiva; es posible intensificar
nuestra sensación de satisfacción vital paragonándonos con aquellos que son
menos afortunados y apreciando lo que poseemos.
Los
investigadores han llevado a cabo una serie de experimentos que demuestran que
el nivel de satisfacción vital se eleva al cambiar simplemente la perspectiva y
considerar situaciones peores. Durante un estudio se mostró a mujeres de la
Universidad de Wisconsin, en Milwaukee, imágenes de las condiciones de vida
extremadamente duras reinantes en dicha ciudad a principios de siglo, o se les
pidió que imaginaran y escribieran sobre hipotéticas tragedias personales, como
resultar quemadas o desfiguradas. Después de esto, se pidió a las mujeres que
calificaran la calidad de sus vidas. El ejercicio tuvo como resultado un
incremento de satisfacción en su juicio.
En otro
experimento, llevado a cabo en la Universidad Estatal de Nueva York en Buffalo,
se pidió a los sujetos que completaran la frase «Me siento contento de no ser
un...». Tras haber repetido cinco veces este ejercicio, los sujetos
experimentaron un claro aumento de su sensación de satisfacción vital. Los
investigadores pidieron a otro grupo que completara la frase «Desearía ser...».
Esta vez, el experimento dejó a los sujetos más insatisfechos con sus vidas.
Estos
experimentos, que muestran que podemos aumentar o disminuir nuestra sensación
de satisfacción cambiando nuestra perspectiva, indican con claridad el papel
preponderante que juega nuestra actitud mental.
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