En muchos países el fútbol está inmerso en la cultura y muchos aspectos de la vida giran en torno a él. Nuestro país no es una excepción. Se publican diarios y revistas de fútbol, sellos de fútbol, hay programas de radio exclusivos, canales de televisión deportivos, tertulias futbolísticas, promociones increíbles de los partidos clásicos, páginas web sobre este deporte, videojuegos, juegos de mesa, juguetes, ropa de los ídolos deportivos, etc.
Este deporte se ha convertido en el entretenimiento de muchas personas y en su único esparcimiento. Se ha comprobado que el fútbol cambia los estados de ánimo e influye en amplios sectores de la población: la victoria en un partido trae felicidad a los seguidores; por el contrario, la derrota genera frustración.
Cuando acaba la temporada hay un auténtico síndrome de abstinencia de fútbol, lo que ocasiona un sentimiento de desánimo. Para mantener la adicción futbolística, los medios de comunicación abusan de este deporte; en los noticiarios el espacio dedicado a la información futbolística -que no deportiva- es excesiva. Los otros deportes aparecen en un segundo plano o no existen. Es tanta la influencia del fútbol que hay economistas que han establecido una relación importante entre la economía del país y las victorias futbolísticas en torneos internacionales.
Por otra parte, los sueldos de los futbolistas son exagerados y desproporcionados. Los jugadores no dejan de ser hombres detrás de un balón. No es lógico que por ir detrás de un balón ganen la gran cantidad de dinero que todos conocemos. Hay trabajos que son mucho más sacrificados y que exigen una preparación y una responsabilidad muy superior y nunca ganarán ni la cuarta parte de lo que ganan los jugadores. Pensemos en los años de preparación de un médico y la responsabilidad que exige el desarrollo de su profesión. O en la labor de los ingenieros o de los arquitectos o de tantas y tantas profesiones. Y es que este deporte se ha convertido, en realidad, en un negocio que genera muchos millones de euros. Pero también cuesta mucho dinero a los ciudadanos ya que la seguridad en los campos de fútbol y en las inmediaciones a los mismos corre a cargo del estado.
Los valores del deporte son el esfuerzo, la superación, la dedicación y la deportividad. Todos estos valores implican una generosidad por parte de los jugadores por dar lo mejor de sí y respetar el esfuerzo de los demás. Así, cuando se gana o se pierde hay que pensar y comprender a los compañeros de tu propio equipo y del equipo contrario. Por ello, las peleas de los jugadores y de los hinchas no son la mejor forma de actuar. Muestran lo peor del deporte y son un mal ejemplo. También lo es la avaricia que a veces demuestran cuando los clubes conceden primas a los jugadores para que estén más motivados en encuentros importantes.
Creemos que hemos de situar las cosas en su sitio. El deporte en la sociedad es algo secundario y mucha gente lo ve superior a todo, ya que se le da más importancia de la que tiene. Consideramos que se ha convertido en un negocio. No podemos relacionar el deporte con la economía ya que el deporte es el deporte, y la economía es la economía.
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